Un buen jefe de sala no solo conoce los vinos o domina el protocolo. Debe ser líder, comunicador y entrenador. Su figura puede elevar la experiencia del cliente… o hundirla.

1. Liderar es escuchar (no solo mandar)

El jefe de sala debe observar al equipo, detectar necesidades y comunicar sin juicio. La empatía y la constancia son su base.

2. Marcar objetivos, no solo dar órdenes

Motivar es mostrar rumbo. Cada turno debe tener objetivos claros, medibles y alcanzables: tiempo de servicio, upselling, feedback del cliente.

3. Detectar y reforzar lo positivo

La sala no mejora solo corrigiendo fallos. Mejora también reconociendo fortalezas y potenciándolas.

4. Resolver conflictos sin miedo

Los conflictos son inevitables. Lo importante es cómo se gestionan. El jefe de sala debe tener formación en resolución y contención emocional.

5. Ser ejemplo constante

No se puede exigir puntualidad, cuidado o actitud… si no se predica con el ejemplo.

Conclusión:
Invertir en formación y liderazgo en sala es tan rentable como reformar la cocina. Porque quien lidera bien, multiplica resultados.

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